El Reencuentro
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El Reencuentro
La joven diosa salió de su templo por asuntos que tenia que realizar, sujeto con una mano su tridente y con la otra su dichosa manzana, desde allí se fue de camino hacia el templo de la guerra y sangre que estaba ubicado en el Olimpo quería comprobar de la existencia de alguien aun yace en ese lugar, su despertar seria algo que le convenía ya que ella era su fiel acompañante, sin embargo, también con el se tenia que tener mucho cuidado.
Solo quería convertir el mundo en que los humanos se pelearan entre ellos mismo incluso los mismo dioses, en donde el miedo los sumerja lentamente tanto que se tenga que acabarse entre ellos por ese temor de no querer morir, de la luz nace la oscuridad lo cual ella no iba por ninguno de esos dos bandos, no habia un color mas vivo que el color de rojo un color bastante puro como lo es de la sangre, que su camino en donde ella pasara estuviera completamente impregnado de este color junto muerte y dolor por todo su alrededor y principalmente pisoteando el orgullo de Athena y a esos seres asquerosos como son la humanidad depreciando el regalo que le han dado los Dioses como es la “vida”.
Ella llega a dicho templo y aparece de la nada desde el cielo, este se torna de un color gris pasando de un color tan oscuro como el negro, el mal se hizo presente ante ese templo cuando ella aterriza por el suelo se puede ver como el cielo empieza a ver unos rayos saliendo entre las nubes y ella muestra una sonrisa malvada que no tubo ningún problema en entrar para conseguir su objetivo, el cielo aun mostraba ese color tan intenso finalmente esta a solo pasos de entrar a ese lugar tocando la puerta con la palma de su mano y se queda viendo la estructura, luego diciendo una palabras
-Al fin nos reuniremos…-
No quería hacer un movimiento precipitado solo vio necesario lo que tenia que hacer, el cielo comenzó a tomar otra forma inusual ya era atardecer y esas nubes oscuras empezaron a despejarse saliendo el sol así dando el cielo un color muy distinto y muy raro de ver, tomo como color rojo y las nubes empezaron a colocarse de un color completamente diferente como lo es de costumbre un poco mas oscuro y era el color perfecto para el despertar de este Dios que estaba sellado dentro del templo que estaba apunto de profanar.
Se distrajo un poco con tal belleza de la naturaleza que estaba presentando, otra cosa que despreciaban esa basuras como lo eran los mortales, se da la media vuelta mirando nuevamente hacia donde estaba la puerta y empujándola lentamente al fin, era un paso mas para su objetivo y la destrucción de todo aquello como lo es el mundo de los humanos, la aniquilación de Athena y principalmente estar como espectadora cuando la discordia se haga presente entre estos, al fin abrió la puerta por completo viendo todo el lugar que no habia nadie, se queda esperando a la presencia de el Dios que estaba buscando que era nada mas y nada menos que… Ares el Dios de la Guerra.
Solo quería convertir el mundo en que los humanos se pelearan entre ellos mismo incluso los mismo dioses, en donde el miedo los sumerja lentamente tanto que se tenga que acabarse entre ellos por ese temor de no querer morir, de la luz nace la oscuridad lo cual ella no iba por ninguno de esos dos bandos, no habia un color mas vivo que el color de rojo un color bastante puro como lo es de la sangre, que su camino en donde ella pasara estuviera completamente impregnado de este color junto muerte y dolor por todo su alrededor y principalmente pisoteando el orgullo de Athena y a esos seres asquerosos como son la humanidad depreciando el regalo que le han dado los Dioses como es la “vida”.
Ella llega a dicho templo y aparece de la nada desde el cielo, este se torna de un color gris pasando de un color tan oscuro como el negro, el mal se hizo presente ante ese templo cuando ella aterriza por el suelo se puede ver como el cielo empieza a ver unos rayos saliendo entre las nubes y ella muestra una sonrisa malvada que no tubo ningún problema en entrar para conseguir su objetivo, el cielo aun mostraba ese color tan intenso finalmente esta a solo pasos de entrar a ese lugar tocando la puerta con la palma de su mano y se queda viendo la estructura, luego diciendo una palabras
-Al fin nos reuniremos…-
No quería hacer un movimiento precipitado solo vio necesario lo que tenia que hacer, el cielo comenzó a tomar otra forma inusual ya era atardecer y esas nubes oscuras empezaron a despejarse saliendo el sol así dando el cielo un color muy distinto y muy raro de ver, tomo como color rojo y las nubes empezaron a colocarse de un color completamente diferente como lo es de costumbre un poco mas oscuro y era el color perfecto para el despertar de este Dios que estaba sellado dentro del templo que estaba apunto de profanar.
Se distrajo un poco con tal belleza de la naturaleza que estaba presentando, otra cosa que despreciaban esa basuras como lo eran los mortales, se da la media vuelta mirando nuevamente hacia donde estaba la puerta y empujándola lentamente al fin, era un paso mas para su objetivo y la destrucción de todo aquello como lo es el mundo de los humanos, la aniquilación de Athena y principalmente estar como espectadora cuando la discordia se haga presente entre estos, al fin abrió la puerta por completo viendo todo el lugar que no habia nadie, se queda esperando a la presencia de el Dios que estaba buscando que era nada mas y nada menos que… Ares el Dios de la Guerra.
Eli- Dios
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Re: El Reencuentro
Aun se encontraba sumido en el sueño mas sanguinario, el silencio de la noche olímpica trazaba un velo de tranquilidad sobre el cuerpo humano de aquella deidad, su cuerpo había cambiado desde los trágicos hechos en la villa donde nació, ahora presentaba unos largos y sedosos cabellos blancos, su semblante era el de un hombre atractivo pero a la vez aterrorizante, sus ropas negras estaban completamente inertes al igual que su cuerpo. En aquel templo silencioso solo se escuchaba su respiración, de vez en cuando un haz de luz pasajera se filtraba entre las aberturas de sus aposentos, el simplemente se hallaba sentado en el trono hecho de espadas rotas y lanzas quebradas, a sus pies se encontraba una alfombra roja de largo tramo que llegaba hasta las puertas mismas de su templo, junto a el descansaban armaduras de guerreros que le sirvieron en épocas pasadas, ahora grises ante la falta de sus portadores. Jinetes apocalípticos esperando por el renacer que su señor les propondría, en sus sueños esta deidad dormida trazaba pequeños planos y pensaba en todo lo que el destino esperaba luego de esa siesta tan prolongada.
Pero entonces los cielos se nublaron y la oscuridad amenazó sus sueños de preparación, el aun esperaba que sus primeros guerreros le despertaran, pero aquello no parecía suceder... por el contrario, esta oscuridad estaba interfiriendo con sus planes y aquello le molestaba. El humano debería seguir durmiendo mientras el terminaba con los preparativos; el mundo no estaba aun listo para el advenimiento del señor de las guerras. La primera sangre aun no había sido derramada.
Los vientos se volvieron algo arremolinados e ingresaron al templo, el sonido de este despertaba espectros del pasado que yacían dormidos, y entonces alguien tocó la puerta con sus manos, manos olímpicas, las manos de un ser superior demandaban entrar a los aposentos de Ares, y esto no pasó desapercibido a su dueño, quien lentamente abrió los ojos. El dios estaba vestido con una camisa abierta que dejaba el pecho al descubierto, sus pantalones negros al cuerpo brillaban ante la luz de los rayos que tronaban en el exterior, y la presencia de aquella persona lo despertó por completo: sus ojos se abrieron de par en par y destellaban con el poder de un carmesí crispado, sentía sed, la sed mas profunda... la mas arraigada, sentía sed de sangre. Casi podían verse colmillos en su dentadura, durante tantos años su sed había crecido en demasía y ahora debía ponerse en pie.
Primero un paso... Luego otro...
El lugar resonó con los pasos de la botas del dios, de la nada apareció una toga de color negro con bordados rojizos, este atuendo era el que siempre usaba en su templo, aunque el adoraba su armadura de batalla, lentamente cruzó los pilares que separaban la entrada de sus aposentos hasta llegar a la puerta, sus cabellos estaban a los lados del rostro y su mirada carmesí estaba enfocada en el cuerpo de la mujer que tenia delante, esta portaba un vestido largo rojo abrochado a un lado, las faldas llegaban hasta el piso y su mirada era tan fría como la noche. El recordaba bien aquellas cosas, sin embargo no era en apariencia quien el recordaba.
Camino lentamente alrededor de ella unos segundos, le sacaba algunos centímetros de estatura, sus ojos la investigaban lentamente mientras la rodeaba y tomaba algunos cabellos de la larga y sedosa cabellera de la mujer en cuestión, finalmente con su voz característica sentenció.
- Aun no era tiempo de mi despertar... y aun así estoy de pie contemplándote, dime tu nombre... aunque lo adivino, dime tu razón para despertarme... - en ese momento elevó unas hebras del cabello de la dama hasta su rostro y dejo que el aroma de su pelo llenara sus pulmones - Y dime porque debo recibirte con mis brazos abiertos y no con una lanza en el pecho, mujer. -
Soltó sus cabellos y entonces las puertas del templo de la guerra se cerraron con un estruendo, sea quien fuere esa mujer, no se marcharía hasta que el lo creyera conveniente.
Pero entonces los cielos se nublaron y la oscuridad amenazó sus sueños de preparación, el aun esperaba que sus primeros guerreros le despertaran, pero aquello no parecía suceder... por el contrario, esta oscuridad estaba interfiriendo con sus planes y aquello le molestaba. El humano debería seguir durmiendo mientras el terminaba con los preparativos; el mundo no estaba aun listo para el advenimiento del señor de las guerras. La primera sangre aun no había sido derramada.
Los vientos se volvieron algo arremolinados e ingresaron al templo, el sonido de este despertaba espectros del pasado que yacían dormidos, y entonces alguien tocó la puerta con sus manos, manos olímpicas, las manos de un ser superior demandaban entrar a los aposentos de Ares, y esto no pasó desapercibido a su dueño, quien lentamente abrió los ojos. El dios estaba vestido con una camisa abierta que dejaba el pecho al descubierto, sus pantalones negros al cuerpo brillaban ante la luz de los rayos que tronaban en el exterior, y la presencia de aquella persona lo despertó por completo: sus ojos se abrieron de par en par y destellaban con el poder de un carmesí crispado, sentía sed, la sed mas profunda... la mas arraigada, sentía sed de sangre. Casi podían verse colmillos en su dentadura, durante tantos años su sed había crecido en demasía y ahora debía ponerse en pie.
Primero un paso... Luego otro...
El lugar resonó con los pasos de la botas del dios, de la nada apareció una toga de color negro con bordados rojizos, este atuendo era el que siempre usaba en su templo, aunque el adoraba su armadura de batalla, lentamente cruzó los pilares que separaban la entrada de sus aposentos hasta llegar a la puerta, sus cabellos estaban a los lados del rostro y su mirada carmesí estaba enfocada en el cuerpo de la mujer que tenia delante, esta portaba un vestido largo rojo abrochado a un lado, las faldas llegaban hasta el piso y su mirada era tan fría como la noche. El recordaba bien aquellas cosas, sin embargo no era en apariencia quien el recordaba.
Camino lentamente alrededor de ella unos segundos, le sacaba algunos centímetros de estatura, sus ojos la investigaban lentamente mientras la rodeaba y tomaba algunos cabellos de la larga y sedosa cabellera de la mujer en cuestión, finalmente con su voz característica sentenció.
- Aun no era tiempo de mi despertar... y aun así estoy de pie contemplándote, dime tu nombre... aunque lo adivino, dime tu razón para despertarme... - en ese momento elevó unas hebras del cabello de la dama hasta su rostro y dejo que el aroma de su pelo llenara sus pulmones - Y dime porque debo recibirte con mis brazos abiertos y no con una lanza en el pecho, mujer. -
Soltó sus cabellos y entonces las puertas del templo de la guerra se cerraron con un estruendo, sea quien fuere esa mujer, no se marcharía hasta que el lo creyera conveniente.
Sephiroth- Dios
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Re: El Reencuentro
La joven hace frente entrando profanando el templo de Ares sabia que no iba a reaccionar de la mejor manera ella misma fuera hecho eso, la mujer entra de lo mas tranquila portando su tridente y su manzana, se puede ver como hay una alfombra desde la puerta hasta el trono que se notaba que tenia una forma poco peculiar pero algo acorde con el, todos desde ahí lo observaban y lo observaban por ser un gran guerrero, ella solo fue de “visita” pero no fue algo que ella esperarse de que la recibiera con amabilidad.
Ella se acerco un poco a donde estaba este dios tenia una camisa media abierta mostrando parte de su pecho, sus pantalones se podían ver de un color oscuro tan oscuro como el negro cuando ella le miro fijamente ya estaba despierto se veía muy molesto por la interrupción de su sueño profundo, pero era algo que ella habia visto necesario aunque con este Dios no podían haber diálogos amables por ningún motivo podía bajar la guardia en cualquier momento ella podía ser atacada por el sin aviso previo.
Elise cargaba un vestido color rojo un color que resaltaba con el color de su piel y se podía ver como el cuerpo que alguna vez le perteneció a una mortal combinaba a la perfección con ella, se pudo escuchar unos pasos que iban hacia donde estaba ella, simplemente se queda a la espera del acercamiento de ese dios su mirada que reflejaba una frialdad pura, se puede ver como se acercaba cada vez mas a ella lentamente, sujeta parte de su larga cabellera y ella se le queda mirando con seriedad contestándole a su pregunta.
-Vaya, vaya no puedo creer que no Reconozcas ni a tu propia hermana… Tu compañera... Soy Eris la Diosa de la Discordia-
Observa como Ares acerca su cabello hacia su nariz para percibir su aroma y seguido de eso lo acompaña con alguna palabras en lo que ella le contesta pasando una de su mano entre sus cabellos blanco como el color de la nieve.
-Acaso después de tanto tiempo no puedo venir a visitar un rato Ares… Aunque el tiempo para nosotros los dioses no significa nada. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi aunque si no soy de tu agrado en ese momento como vine me puedo ir y no molestarte de tu sueño profundo pero realmente es un gusto volverte a ver.-
Se pudo escuchar un gran golpe proveniente de la puerta del templo al parecer ese Dios no estaba convencido de la aparición de la Diosa Eris en su templo, ellos que en un pasado fueron acompañante de muchas guerras y encargados de que todo estuviera impregnado de color carmesí también del sufrimiento de muchas personas, ahora era poco conveniente del despertar de estos dioses ya que aun no encontraba súbditos alguno, pero al pasar del tiempo se vera el llegar de estas personas se imagino que eso era lo que esperaba el Dios de la Guerra la llegada de su súbditos para salir a la batalla si el no quería salir de su templo ella no podía hacer nada para contradecirlo y solo que esperar con tranquilidad como le habia dicho su aliado Lucifer.
Luego de sentirse conforme de ver a Ares ella se da la media vuelta para irse de ese lugar y dejar que su hermano pudiera descansar hasta que el viera el momento indicado en el cual debería despertar para ver el nuevo renacer del mundo simplemente se va lentamente dejando a su hermano atrás en donde ella nunca debió entrometerse tan solo se dio la media vuelta y le hizo una señal de adiós con su mano derecha hasta desaparecer tal cual como entro.
Ella se acerco un poco a donde estaba este dios tenia una camisa media abierta mostrando parte de su pecho, sus pantalones se podían ver de un color oscuro tan oscuro como el negro cuando ella le miro fijamente ya estaba despierto se veía muy molesto por la interrupción de su sueño profundo, pero era algo que ella habia visto necesario aunque con este Dios no podían haber diálogos amables por ningún motivo podía bajar la guardia en cualquier momento ella podía ser atacada por el sin aviso previo.
Elise cargaba un vestido color rojo un color que resaltaba con el color de su piel y se podía ver como el cuerpo que alguna vez le perteneció a una mortal combinaba a la perfección con ella, se pudo escuchar unos pasos que iban hacia donde estaba ella, simplemente se queda a la espera del acercamiento de ese dios su mirada que reflejaba una frialdad pura, se puede ver como se acercaba cada vez mas a ella lentamente, sujeta parte de su larga cabellera y ella se le queda mirando con seriedad contestándole a su pregunta.
-Vaya, vaya no puedo creer que no Reconozcas ni a tu propia hermana… Tu compañera... Soy Eris la Diosa de la Discordia-
Observa como Ares acerca su cabello hacia su nariz para percibir su aroma y seguido de eso lo acompaña con alguna palabras en lo que ella le contesta pasando una de su mano entre sus cabellos blanco como el color de la nieve.
-Acaso después de tanto tiempo no puedo venir a visitar un rato Ares… Aunque el tiempo para nosotros los dioses no significa nada. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi aunque si no soy de tu agrado en ese momento como vine me puedo ir y no molestarte de tu sueño profundo pero realmente es un gusto volverte a ver.-
Se pudo escuchar un gran golpe proveniente de la puerta del templo al parecer ese Dios no estaba convencido de la aparición de la Diosa Eris en su templo, ellos que en un pasado fueron acompañante de muchas guerras y encargados de que todo estuviera impregnado de color carmesí también del sufrimiento de muchas personas, ahora era poco conveniente del despertar de estos dioses ya que aun no encontraba súbditos alguno, pero al pasar del tiempo se vera el llegar de estas personas se imagino que eso era lo que esperaba el Dios de la Guerra la llegada de su súbditos para salir a la batalla si el no quería salir de su templo ella no podía hacer nada para contradecirlo y solo que esperar con tranquilidad como le habia dicho su aliado Lucifer.
Luego de sentirse conforme de ver a Ares ella se da la media vuelta para irse de ese lugar y dejar que su hermano pudiera descansar hasta que el viera el momento indicado en el cual debería despertar para ver el nuevo renacer del mundo simplemente se va lentamente dejando a su hermano atrás en donde ella nunca debió entrometerse tan solo se dio la media vuelta y le hizo una señal de adiós con su mano derecha hasta desaparecer tal cual como entro.
Eli- Dios
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