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Mensaje por Seisyll Dom Mayo 22, 2011 11:53 am

Había abandonado la sala de la reunión de Hades, se sentía cansado, sus manos estaban manchadas de sangre de Aiakos, y tenía un poco de sangre de aquel despreciable espectro de Rana. Estaba siguiéndolo su mano derecha, el espectro más fiel que un Juez pudiera llegar a tener, Sune de Behemoth. Los pasos metálicos en la oscuridad del pasillo eran audibles pero ninguno de los dos musitaba palabra alguna, sobretodo porque Seisyll no estaba de humor en ese momento. Las garras de metal que tenía como botas se detuvieron un instante, acabando con el eco, Seisyll estaba observando a Sune. Gruñó por lo bajo cuando observó y recordó sus manos. – ¿Por qué no llevas tus guanteletes puestos?

Musitó mientras abría la puerta con su mano izquierda y era el mismo baño donde anteriormente se encontraba Sune, antes de ir a la reunión. No esperó respuesta, tan solo hizo un par de pasos adentrándose en la sala. De reojos, pudo observar aquellos guanteletes, brillantes, resaltando en la habitación, justo al lado de un par de ropajes negros que no identificaba muy bien. Caminó hasta ellos y justo cuando sus botas estuvieron al lado de éstos, se agachó tomando cada uno con una mano, pateó los ropajes no le interesaba. Miró severamente a Sune y le lanzó los guanteletes. – Supongo que aquí es donde los dejaste… ¡¡Por Hades!! ¿Mira si lastimabas a alguien en esa reunión? Sabes que soy alguien importante… pero no puedo andarle salvándole el pellejo a cada espectro que se mete en problemas. ¡Deberías tener mas cuidado, joder!

¿Cuáles fueron mis órdenes?
– Dijo molesto sin tener que recordarle su posición cuando se hablaba de los guanteletes esos. Estaba un tanto exhausto, llevó sus dedos mayor y pulgar a sus parpados, masajeándolos con cansancio, realmente estaba un tanto irritado y no sabía si era por eso o por lo que acababa de hacer. Quizás Aiakos era un tipo arrogante, irrespetuoso, alguien que no merecía convivir y tener el puesto que tenía, pero era una baja bastante importante para el Inframundo y que él se haya hecho cargo de eso, realmente le comenzaba a pesar un poco, era un poco de remordimiento, aunque era un espectro, la balanza de haber perdido un soldado tan bueno esta vez se equilibraba del lado de Athena y no le gustaba para nada eso. – Deberías cuidarte un poco mas, la próxima vez no seré tan… noble.

Le costaba ser malvado con su espectro, sobretodo ella que era tan servicial. Se había mandado realmente una mala, pero había hecho varias misiones sin chistar y eran bastante importantes para el Inframundo, sobretodo para un estratega como lo era Seisyll, nada se le pasaba de sus ojos y todo era controlado metódicamente. Mientras se quedó en silencio comenzó a quitarse cada pieza de su armadura, empezó por las muñequeras, siguiendo por sus hombreras y luego su enorme peto. Su cuerpo quedaba pequeño ante la inmensa armadura que se había quitado, aun tenía su casco puesto al igual que su falda metálica y sus botas que se las quitó, dejando ver sus ropajes de noble. Aquellos que tendría un Rey cuando salía de caza con adornos dorados. Se quitó su casco por ultimo y lo posó sobre la armadura formando al fin la figura del Griffo, se la podía haber quitado elevando su cosmos un poco y sacándosela, pero en esos momentos sentía como que su cosmos estaba para otras cosas y no para ser usado por estupideces que podía hacer el mismo. Ignorando completamente al espectro ahí presente se quitó la camisa y el pantalón, quedando desnudo completamente, sumergiéndose en el agua tibia lentamente, descendiendo por la pequeña escalera al borde de esa piscina enorme. Suspiró aliviado, sintiendo como su cuerpo se relajaba ante aquellas hermosas aguas que parecían, en ese momento, sin faltarle el respeto a su Dios, traídas de los mismos Campos Elíseos. Observó el agua, infló su pecho exhalando por lo bajo mientras se sumergía dejando tan solo su mirada fuera, fue en ese momento que cayó en la cuenta de que Sune seguía ahí. Se puso de pie, saliendo todo el cuerpo de aquellas aguas, tan solo estaban sus piernas bajo ella y le dijo a la espectro. – Esta situación… es… algo crítica. No se si en realidad soy un digno guerrero de Hades al sentir remordimiento por acabar con la vida de un aliado solo porque él me lo haya ordenado… en realidad, pido disculpas por lo que dije, Sune.

Dijo siendo benévolo. Aquella servicial espectro no podía ser tratada con humillación solo porque él se sentía un poco mal, su rostro se calmó un tanto, después de todo las ordenes de Hades tenían que ser aceptadas si o sí. Pero dejaba a la vista que su táctica forma de ser, no contaba con aquella muerte que tenía que darle a Garuda, aun siendo un ser que no se merecía vivir, no era digno que sea asesinado por su par. Se sentó nuevamente, dejándose caer en el agua. – Tienes permiso de continuar bañándote si así lo deseas, Sune… supongo que aun no lo has terminado de hacer por asistir a las apuradas a la reunión, creo que ese es tu motivo y tu excusa de haberte olvidado tus guanteletes, solo por la presión de que Hades no te castigara y te entiendo.
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Mensaje por Sune Mar Mayo 24, 2011 1:39 am

Desde la salida de la sala de reuniones solo había silencio, cortante y sepulcral, algo incomodo pero usual. Los pasos metálicos del juez resonaban por las paredes de piedra de esos eternos pasillos, el aire estaba tenso luego de semejante escena momentos atrás. Observaba mis pasos mientras seguía al señor Seisyll por el mismo camino del que había venido, cuando repentinamente choque contra él, debido a que este había frenado.

Su mirada se clavaba en mis ojos con severidad para luego observar mis manos, entonces entendí el enojo en su expresión, que había cometido un error importante. Agazapé la cabeza al escuchar su voz imponente y furiosa, entre en silencio al salón de baños sin ser capaz de responderle, no había justificación válida, esos guantes debía siempre tenerlos puestos y lo que había ocurrido no era razón para no haber notado semejante ausencia. Elevé con rapidez mis manos atajando los guanteletes en el aire, observe mis palmas y el reluciente acero mientras escuchaba su reprimenda, que tonta había sido, olvidar mis propias manos. Continué con mi cabeza baja, mis cabellos cubriendo la mayor parte de mi faz, mirando mis manos. Pensé por un instante si alguna vez podría sentir el tacto de las cosas con mi piel, admirar sin destruir todo aquello a lo que tenía contacto.

-Lo lamento, mi señor.- me puse las metálicas protecciones sin dudarlo un instante más, al tiempo que me atenía a brindarle esa mínima afirmación, las únicas palabras que en ese momento podía brindarle.

-Debo siempre resguardar mi fuerza en presencia de otros. Le juro…no volverá a ocurrir.- respondí tenuemente, algo arrepentida, prometiéndole que ese error no se repetiría. Llevé una rodilla al suelo y le reverencie nuevamente, mostrándole mi respeto y demostrarle que lamentaba ese inconveniente. Me quedé allí estática, clavando los ojos en el suelo mientras escuchaba el tintinear metálico de la armadura que Seisyll se quitaba, ladeé mi rostro levemente hacia los lados, las sirvientas del Inframundo no se encontraban allí a diferencia de cuando yo tomaba un baño, aquellos seres sin voz ni mente, debí suponer que el juez no querría sus presencias en ese momento. El reflejo del agua meciéndose volvió a llamar mi atención, pero aún así no me dignaba a levantar mi vista hacia mi señor, tan solo escucharlo suspirar pensativo y esperar en caso de que requiriera algo mas de mí.

Sin embargo su voz volvió a cortar el silencio, a opacar el sereno ruido del las purificantes y bellas aguas. Pero para mi sorpresa, no había ya enfado en su voz, sonaba más angustiado que otra cosa, como si se encontrase frustrado y eso le afligiera aún más. Mis ojos se ensancharon escuchando sus disculpas, era su mano derecha, su mas fiel servidora, pero jamás creí ser capaz de oír eso de su boca. Alcé mi rostro para verlo, sorprendiéndome aun mas por su cuerpo expuesto, me sonroje y desvié rápidamente la mirada, sin poder quitarme la imagen de la mente o de poder dejar de sentir y escuchar su voz. Me puse de pie, caminando con lentitud a tomar una toalla colocarla a su lado mientras él volvía a recostarse en las tibias aguas.

-Imagino no debe haber sido sencillo después de todo era su par y un hermano en estas huestes para usted, mi señor. Pero es a mi parecer, que el juez de Garuda se estaba perdiendo a si mismo, como espectro y como juez, su humanidad o la falta de ella le estaba corrompiendo, hizo lo que debió, aunque le aflija fue lo correcto y lo necesario. Un riesgo para nuestro señor Hades no es algo que un juez o que cualquier espectro pueda permitir. – musité con serenidad, dándole mi opinión al respecto, ya que el me demostraba tener ese voto de confianza en mí. Deseé poder aliviar su inquietud, al menos por el momento permitir que se relajara. Tomé de una de las grandes estanterías un pequeño frasco de aceites, embriagantes en sus aromas, apaciguantes. Me arrodille a sus espaldas, vertiendo un poco de las esencias en sus hombros, pasándolo por su cuello manejando tenuemente mi cosmos para que la frialdad del metal no fuese una incomodidad y al mismo tiempo controlar mi fuerza, para dentro de todo no ser tan brusca como solía serlo. Quedé ensimismada por la caída de su cabello mojado en su cuello, cada rasgo de sus músculos y su piel, que apenas me percate de sus palabras.

Nuevamente sentí el calor de mis mejillas enrojeciendo, pero no lo comprendí. Nunca había tenido pudor, ni en la batalla ni ante ninguna otra persona en cualquier momento. Pero frente a él, un extraño nerviosismo se apoderaba de mí. Sin embargo pensé en sus palabras, en la confianza que había entre ambos y supuse que no debía sentirme así. Además, la sangre del espectro de rana en mi cuerpo no era algo agradable. Me quité las pocas prendas que había llegado a ponerme nuevamente para acudir apresuradamente a la reunión. Apoyé mis manos en el borde de la inmensa piscina y me sumergí por completo un momento, volviendo a salir hasta la altura de mi pecho, y que ahora mi cabello nuevamente mojado, se pegara a mi rostro. Me volví para verlo una vez mas mi señor allí reposando, me sentí mas extraña aún, sin saber que decir sin tener palabra alguna, de hecho tenía un cierto sentimiento como si me faltase levemente el aire. Era de cierta forma algo incomodo pero asimismo aceleraba mis pulsaciones, me agradaba. Sin darme cuenta bajé mi rostro, con algo de miedo de que viera algo extraño en mi expresión, de forma de mi cabello ensombreciera mi mirada y musite algo que pasaba mas bien por mi mente.

-Sabe que seré su más fiel apoyo, tanto en batalla como en lo que necesite, mi señor.- Mas allá de sentir que mis palabras se ahogaban entre ellas, volví a girar mi rostro, tirando la cabeza hacia atrás para mirar los techos tan bellamente pintados, dejando que mi larga cabellera se desparramara flotando en las serenas aguas.
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Mensaje por Seisyll Lun Mayo 30, 2011 2:05 am

Su humanidad… es eso lo que me lleva a pensar que nuestro señor está haciendo algo mal. En algo está fallando, todos los espectros e incluso los jueces ahora están despertando con muchos sentimientos y no sé si yo también tendré alguno, pero por seguir esos sentimientos, ya sea de orgullo, están perdiendo su camino y se están revelando en contra de Hades. Es inaudito que algo así pase, pero sin embargo, que no posean humanidad es digno, después de todos somos el Inframundo, no estamos para sentimientos… estamos aquí para servir a nuestro señor y no somos mas humanos, eso quedó en el pasado. – dijo mientras cerraba sus ojos y ladeaba su rostro un instante, para suspirar calmado mientras ella colocaba aquellos aceites en su espalda y le masajeaba. Abrió sus parpados, observando fríamente a la espectro, ella parecía no escucharle o estaba como en un trance, sus mejillas estaban enrojecidas y sabía que síntoma era ese. Pronto vio de reojos como se quitaba sus prendas y volvió a descansar posando su nuca en el borde de aquella piscina y bostezó un instante, tenía sueño. Se alteró un instante cuando sintió el agua agitarse levemente y se dio cuenta de que era Sune quien entraba a las aguas termales, alzó su ceja mientras la observaba, podía haberse metido en cualquiera de todas las piscinas ahí presentes pero escogió introducirse a la misma en la que estaba él, algo extraño. Mas extraño es que siguiera su expresión en el rostro, podía verle, podía notarle y como si fuese una niña pequeña intentaba ocultarlo. Musitó un par de palabras mientras el Juez miraba inquisidoramente, intentando buscar sus ojos tras sus cabellos que ocultaban su faz. – Lo noté, Sune. ¿Pero que pasaría si mis ordenes fueran asesinar a Hades?

¿Traicionarías a tu Dios por mí?
– musitó mientras se sentía el movimiento intranquilo de las aguas. Pues era Seisyll, que se acercaba hacia ella, estaba tan cerca de ella le observaba como lo hacía siempre, desde arriba, pues ella era un poco mas pequeña. Colocó su mano derecha sobre su mentón y le hizo que le mirara a los ojos. Parecía tan sincero, tan lleno de vida en ese momento, se podía sentir los latidos del corazón de la mujer a través de hacer contacto con su rostro, estaba agitada, quizás no sabía que responder y fue en ese momento que Seisyll le dijo. – Respóndeme con sinceridad... ¿Lo harías?

Sabía muy bien que los ojos eran el reflejo del alma, era tan sabio como ningún hombre en el Inframundo lo era. Su estrategia, sus pensamientos, todo en ese hombre superaría a cualquiera y algunos decían que era tan inteligente como Hades, sin embargo ir en contra de su Káiser, sería algo incorrecto, pero nunca tan alocado. La sonrisa de Seisyll, aquella que podía calmar el alma de cualquiera incluso a los que estaban sentenciados a morir, se hizo presente en su rostro y fue ahí cuando éste, entrecerró sus ojos y acercó su cara a la de ella, estando a un par de centímetros de concretarse un beso al parecer.
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Mensaje por Sune Lun Mayo 30, 2011 3:32 am

Observaba el techo tratando de no dejarme llevar por mis pensamientos, pero sus palabras resonaban en ella, y no me permitían eludir aquel tema. Humana ¿eh? Si, éramos humanos, incluso como espectros cargamos con nosotros una vida, un corazón latiente. No somos cadáveres esclavizados, tampoco estamos al nivel divino capaces de no sentir. Habíamos muerto, pero solo para que se nos marcara un nuevo inicio, para mí era una nueva vida. Diferente a todo lo que el mundo “humano” es, pero aún así siento, tengo una voluntad, el recuerdo de lo que una vez fui. Llevé mi mano a mi cabeza algo inquieta. ¿Mi humanidad me hacía débil? ¿Me hacía algo incorrecto? Mis ojos se quedaban mirando las cicatrices en mi brazo, podía ser inhumana y descorazonada, mejor dicho podía actuar como una, pero no lo era. Suspiré, mis exacerbados sentimientos eran notables, estaban allí y no podía reprimirlos.

La voz de Seisyll volvió a quebrantar el silencio, volteé mi rostro rápidamente clavando mis ensanchados ojos en él, atónita ante sus palabras. ¿Qué? No podía creer a mis oídos, mi señor, el más leal de los jueces preguntando algo así. Pero lo que mas me frustraba era no saber la respuesta. Tragué con dificultad, estaba muda, petrificada viéndolo acercarse. Mis pulsaciones galopaban aceleradas a cada paso que daba y aquello que me cuestionaba me quebraba la cabeza. Mis labios no emitían palabra alguna, solo podía por reacción dar apenas unos pasos hacia atrás, sintiéndome algo intimidada y nerviosa por su cercanía. Pero era inútil, su robusto cuerpo, su mirada superior, me encerraron en la pared de aquella piscina. Sentí el calor de su aliento y por momentos creí que el corazón se me saldría del pecho. Su mirada que hace instantes se clavaba penetrante en mis ojos buscando la verdad que buscaba opacar, me estremecí sintiendo su pecho contra el mío, sus labios prácticamente rozando los míos. Mi respiración se cortó solo para volverse al instante mas pesada y ahogada, creí que me desmayaría. Pero no fue así…

-Señor…Seisyll…- murmuré apenas audible, quedando estática en aquella posición tan inquietante…tan cerca. Llevé con lentitud mi mano algo temblorosa a mi mandíbula, posándola sobre la del juez que me tomaba con delicadeza.

-Usted…es mi salvador y tiene mi entera devoción. Aun así, el señor Hades fue quien…quien me brindó esta nueva vida. Gracias a él puedo servirle a usted, mi señor.- musite tenuemente pausándome al menos para verificar que estuviese respirando. Levanté la mirada, observando sus ojos azules, apreciar ese cielo en sus orbes, pero por mas apacibles que fuesen no disminuían mis sentimientos ni el estremecimiento de mi cuerpo. Cerré los ojos sintiendo nuestras respiraciones opacando la una a la otra, mezclándose en un visible vaho por el vapor de las aguas. Volví a mirarlo fijamente, calmándome un poco para serenar mi temple. Pues en ese momento me encogía que mi humanidad fuese tan obvia.

-Podemos ser humanos aún, pero somos guerreros de la causa inframundana, leales servidores. Se que usted no haría nada incorrecto, mi señor, y por lo tanto incluso siendo su mas fiel apoyo, yo tampoco cometeré errores. – el tono de mi voz era mínimo, pero a tan poca distancia no había forma que no lo escuchara. Quería estar así, sentirlo cerca y al mismo tiempo me inquietaba y mi mente se enturbiaba. Pero lo que mas me frustraba era no saber si lo que le decía era la verdad, no era mentira pero tampoco lo sentía por completo así. Después de todo había visto como por orden del dios, Seisyll había tenido que matar a su par, su hermano. Si Hades ordenara la muerte de mi señor, no sabría si podría tolerarlo, o permitirlo, menos aún si yo tuviese que hacerlo…No podría.

-Mi señor…yo…- enmudecí, bajando la mirada pues me había quedado ensimismada en sus ojos, en sostener su mano en mi rostro, sentir el tacto de su piel. Me quedé observando sus labios, los míos temblaban ínfimamente y mi respiración volvía a ser un poco más audible. Me era imposible ver mas allá de sus acciones, sus enigmáticas tácticas, era vulnerable frente a él y me daba igual mientras pudiese estar a su lado. Qué era esa admiración que tenía por él desde que soñaba con su presencia, había logrado ser su mano derecha, quería ser una de sus alas. Aun con el rango de subordinada poder estar allí siempre para él. Permanecí quieta esperando a que sucediera lo que fuese, no tenía el valor ni era debido que me dejase llevar por lo que sentía.
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Mensaje por Seisyll Miér Jun 01, 2011 12:47 pm

Los brazos de Seisyll la encerraban contra aquella pared de la piscina, cuando habló él observaba sus labios, moverse lentamente y podía sentir su respiración con cada palabra que salía de su boca. La respuesta era una agradable, se podía decir que casi la que se esperaba, pero, ¿Realmente estaba diciendo la verdad? Se la sentía nerviosa, un claro síntoma de la mentira y al mirarlo comprendió que no estaba diciendo del todo la verdad. ¿Acaso estaría mas agradecida al Juez que al mismo Hades? Sentimientos que el mismo Griffon no podría comprender. A pesar de ser un humano, jamás había abarcado una vida humana completa, de hecho nunca había tenido afecto y es eso lo que lo llevó el asesinar a toda su familia y allegados. Sin embargo, había algo que recordaba… quizás eso podría ser considerado amor, pues su nuevo cuerpo no era tan frío como el anterior, era mas ameno, mas cariñoso e incluso benevolente. Pero rastros quedaban de aquel Seisyll caprichoso, después de todo el alma se adaptaba al cuerpo un poco y siempre rastros humanos quedaban, esa era la tenacidad de cada ser despreciable que todos los Dioses odiaban y los usaban como meros perros. Pudo escuchar con un suave silencio cuando ella musitó nuevamente algo. Se quedó observando con sus ojos entrecerrados, el calor de su cuerpo y su corazón latente contra su pecho le hizo sentir lo que ella verdaderamente sentía. – Tranquila…

Musitó mientras ella bajaba su mirada tras haber musitado un par de palabras que dejó en el aire, pues no terminaron de formar algo concreto. El pulgar de Seisyll lentamente se convirtió en una caricia para su mejilla y una sonrisa surcó su rostro, se sentía tan vulnerable la pobre que le daba un poco de pena. Su mano a pesar de tener el guantelete presionaba con mas fuerza la suya, demostrando que no quería que la soltara, que se aferraba y le permitía entrar en su vida, fue en ese momento que la vista del Juez pareció perdida, como si se encontrara en otro lugar, no sin antes musitar. – Yo…



¿Piensas que con una espada puedes desafiar al Juez de Griffon? – Dijo mientras los hilos comenzaban a estrangular al hombre que tenía enfrente, más el que se resistía a morir con su espada cortó los hilos y se dispuso a atacar. Un par de espectros a sus servicios lo sostuvieron, lacayos del Hades aquella basura inframundana, pero el hombre se resistía a bajar su espada y movía con fuerza intentando escapar. – ¡MIERDA! ¿Acaso eres un Santo de Athena o que carajos?

¡No le sirvo a nadie…! Pero si piensas que vendrás a destrozar todo esto, estás muy equivocado. ¡No me importa de donde vengas, pero seguiré combatiendo hasta que mi cuerpo aguante! – Se sacudió un instante estando mas cerca del Juez, mas los lacayos le sostenían con fuerza y fue en ese momento que el peliblanco de Seisyll abofeteó al hombre, dándole una buena reprimenda y dejándole casi sin fuerzas. Era uno de esos bofetones correctos, que dolían más al orgullo que a la piel humana, pero era para demostrarle quien mandaba ahí. – ¡Dijiste ser un juez…!

Dijo el hombre con la cabeza agacha. Mientras de su labio caía un pequeño hilo de sangre, su respiración se entrecortaba un poco, había estado combatiendo con varios guerreros Inframundanos y de hecho un par de humanos que venían por esas tierras. – ¿Y eres un Juez y no eres justo? ¡Pensé que ibas a destrozar mi alma, pero que lo harías solo…!

Los ojos del peliblanco se ensancharon, iracundos se posaron en el que se atrevía a musitar esas palabras. Los soldados rasos observaron con miedo al juez que alzaba sus alas y estaba dispuesto a matarle, cuando de repente sintió una presencia provenir de aquel hombre, mientras daba un grito de guerra deshaciendo de aquellos que le sostenían, con la espada aun empuñada en su mano, pues no la había soltado, la tomó con las dos manos e intentó darle un espadazo al Juez que le sostuvo con sus hilos justo a tiempo y le aplicó un golpe fuerte con su puño mandándolo a volar por los aire unos cuantos metros hasta chocar contra una casa en llamas y cayendo completamente inconsciente. – ¡ESO ES LO QUE TE MERECES POR INTENTAR HACER ALGO IDIOTA! ¡JAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHHAHAH!

Comenzó a reír con locura, tomando su estomago, hasta que de repente se detuvo y alzó su ceja al lugar donde había caído aquel humano. Estaba poniéndose de pie y quitando un par de escombros de su cuerpo, esta vez no tenía tan solo un hilo de sangre, tenía un enorme manchón en su mentón y en su barba. Caminaba un poco rengueando y posaba su mano izquierda en el lugar donde el juez había golpeado, sin embargo tenía empuñada aun la espada en su mano derecha y la arrastraba por la tierra. – ¡Imposible!

¡¿Sientes miedo, hijo de puta?! ¡Je…! – musitó el herido mientras se acercaba hacia el Juez aun con su mirada en alto. Entré dientes el juez envolvió en unos hilos el cuerpo del hombre y con una expresión de furia en su rostro, movió su mano para que un enorme rayo cayera sobre el aprisionado e hiciera una explosión en todo su cuerpo, soltando esta vez su espada y saliendo a volar un par de metros hacia delante, cayendo a los pies del Juez que observó con una risa psicotica en su faz. – Idiota…

Le pateó el cuerpo inerte, para notar que el hombre sujetaba su pie con una mano. Parecía horrorizado el juez mientras observaba el cuerpo del humano, cualquiera, en su lugar tenía que estar muerto. Tensó su puño y sintió la mirada del hombre apuntando a su ser. El Juez se echó un paso hacia atrás, mirando al tipo tan desagradable. Podía ver, como con poca fuerza y lentitud, éste recobraba su equilibrio y se ponía de pie tambaleante. Tragó un poco de saliva y todos sus ropajes estaban manchados con barro y con sangre, sonrió mientras le daba la espalda al juez para comenzar a caminar como si abandonara la pelea. Se tambaleó un poco más y al final cayó de rodillas cayendo todo su ser por fin y comenzar a arrastrarse. – ¡Ven aquí! ¡¡ ¿No querías pelea?!!

¡¡¡ ¿Eh?!!!
– Notó que el hombre no estaba huyendo sino estaba yendo a buscar su espada. Caminó lentamente hacia él y justo cuando éste estaba por alcanzar su espada la pateó lejos y pisó su mano, provocando un grito de dolor inmenso. Lo agarró de los pelos y lo sostuvo a la altura de su rostro para mirarlo. – En mi tiempo como Juez nunca había visto un tipo tan duro, ni siquiera los atenienses. Eres un tipo que tiene justicia en tus ojos pero sin embargo, no luchas por ello. ¿Qué buscas?

M-me… subes-timas. – musitó el hombre con una sonrisa en su rostro para ser mandado a volar lo bastante lejos como para terminar con su vida, sin embargo sintió el crujir de las ramas al estar este al instante poniéndose de pie. – ¡Soy… UN HOMBRE JUSTO! ¡Sin embargo… la justicia… no es para mí…! Ya se lo… lo que busco… y lo que el destino… tiene para mi… ¡Me… lo dijo esa voz en mi cabeza… ayer en la noche!

¿Buscas morir verdad o qué mierda buscas? – dijo el juez corriendo hacia él y aprisionándolo en su garganta para asfixiarlo. Era sádico y no le gustaba matar a las personas sin antes divertirse con ellas, pero ese había sido su último error. Fue en ese momento que la mano del extraño hombre comenzó a aprisionar su antebrazo sintiendo como si se debilitara y aflojara ese agarre, más el tipo que ahora dominaba era el herido que musitó. – ¡La inmortalidad! ¡Tu inmortalidad…!

Ayer en la noche, voces susurraron que un hombre extraño estaría aquí y mataría a todos. Sabes que es lo mas extraño… que esa orden estaba pactada por la mismas voces que me lo susurraron. Eras alguien que estaba a punto de estallar y volverte en contra del Inframundo… alguien que no servía, tu personalidad así no te lo permite. Así que me eligieron como tu reemplazo, pues lo único que busco es ser un juez justo y estar al servicio devotamente de mis superiores… lo siento, Griffon, yo seré el nuevo Griffon ahora. – dijo para sentir que el alma de Seisyll, era absorbida por las dos manos que tocaban su antebrazo hasta que luego de un tiempo dejó con unos ojos inanimados al Ex Juez cayendo muerto con sus ropajes solamente, descalzo, mientras que la nueva armadura vestía al Juez. – Supongo que mi tenacidad también cuenta para que sea ahora un Juez… pero hay algo aquí cerca que tu no has notado por querer matarlo todo muchachito… y eso está mal. Deberías haber pensado más...

Dijo para dejar el cuerpo tendido del peliblanco en el suelo y comenzar a caminar hacia los bosques. Fue esa misma noche cuando rescató a Sune de aquellos hombres, les asesinó, pero no porque el Inframundo así lo quiso, sino porque él tenía un par de conocimientos y era más digno de ser un Juez que el anterior. Sin embargo se quedó con el nombre de Seisyll, después de todo ni se acordaba el suyo. Pero había algo que lo había hecho salvar a Sune y ese algo era algo que estaba recordando ahora mismo, ese brillo en sus ojos, ese estado de ira, no era su fuerza, era algo que su corazón le pedía. Quizás era por eso que el anterior ni si quiera se percató de esa presencia…



… te salvé ese día, por algo más, Sune. Y fuiste vestida por estos mantos gracias a que logre persuadir a todos en el Inframundo que eras digna, pues lo veía en tus ojos. Parecías una guerrera formidable, pero había algo mas que no me había dado cuenta y era que yo no te había elegido por eso, te había elegido porque mi corazón así lo dictaba. Lo hice para mí y para ti… – dijo sosteniendo las mejillas de la muchacha con sus dos manos y poder observarle a sus ojos. Ni siquiera sabía que significaba aquello, pero quería hacerlo su impulso, sus sentimientos humanos así lo querían y lentamente completamente callado, juntó los labios de la muchacha con los de él. Cerró sus ojos y pudo sentir con mayor precisión como su corazón galopaba al ritmo del de ella y por un segundo pensó que esto era una locura, pero solo por ese momento, no importaba Hades, tan solo estaban ellos dos.
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Mensaje por Sune Jue Jun 02, 2011 5:41 am

Tan solo una palabra y una caricia, era todo lo que necesitaba para apaciguar mis nervios y al mismo tiempo acelerarme incluso más que antes. Parecía pensativo, pero no estaba enfadado ni decepcionado, al parecer mi respuesta no estaba errada, pero temía que estuviese reflexionando sobre la verdad en ella. Sin embargo no podía darle importancia a esos miedos, sentí estar más cerca de él que nunca, y lo estaba. No era hasta ese momento que pude admirar la profundidad de esos ojos, el calor de su piel, los latidos de su corazón retumbando en un ritmo inconsistente. Sentí que miles de sentimientos y palabras se arremolinaban en mi garganta queriendo salir, pero no podía, me ahogaba y me sentí algo avergonzada y fuera de lugar.

Sentí su respiración mas pausada sobre mi rostro, eleve levemente la mirada encontrando la suya perdida, sumida en algo mas allá de esa situación, una extraña mezcla de tranquilidad y confusión se plasmaba en su expresión, sentí una preocupación desgarradora, quería saber que estaba pasando por su cabeza.

-¿Seisyll?-
la frustración me hizo actuar sin sentido, un impulso, llevé mi otra mano a su rostro, quería traerlo de vuelta, no perder aquella mirada con la que me veía. Quería estar a su lado en todo momento, sentirme impotente o incapaz en cualquier momento, me daba escalofríos tan solo pensarlo. Y mis deseos parecieron ser escuchados, como si fuese de cristal y pudiese ver a través de mí. Sus ojos volvieron a clavarse en los míos, con un brillo vivaz en aquel inmenso celeste que me hipnotizó. Tomó mi rostro entre sus manos, a cada palabra que salía de sus labios sentía que el aire se me escapaba. Mis ojos se abrían de par en par ante aquello que me estaba confesando. Sus labios se pegaron a los míos, sorprendiéndome aún mas. Mis ojos se fueron cerrando lentamente, correspondiendo a su beso sin saber precisamente lo que hacía. El aroma, el sabor de sus labios, el calor de su aliento. Era algo embriagante, no podría describirlo de otra forma, cada segundo de aquel profundo beso me quitaba y me daba mas aire del que podía contener, era algo nuevo, extraño, estremecedor y asimismo increíblemente apaciguante.

A pesar de que no comprendía lo que sucedía, algo en mi comenzaba a decirme que aquello que en soledad anhelaba, tal vez, no estaba sola después de todo. Eso era lo que tanto quería, por más que me había dignado a ser solo su mano derecha, su mas fiel servidora, lo que verdaderamente quería era estar a su lado. Exactamente así… Creí que estaba soñando, y no quería despertar, quería quedarme en ese instante por la eternidad. Mi mano se deslizó a su cuello, no quería romper eso que sentía, quería pensar que eso era real. Que el también sentía eso por mí…Como llamar esa admiración tan intensa. Era… sí…Por mas que no conociera bien como era, en ese momento supe que lo amaba. Así como en ese preciso momento, yo era de él, y no habría querido nada diferente, sin importar cuanto pudiese durar aquel momento digno de un sueño de Morphia, incluso si después volvía a ser solo su leal guerrera. Quedaría grabado en mí que podía ser una de sus alas y tal vez más. Pero mientras pudiese estar así junto a él, nada mas me importaba, no había mas en mi mente que apreciar cada segundo.
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Mensaje por Seisyll Lun Jun 13, 2011 7:08 am

Sus labios se juntaban con tal pasión que parecían enamorados. No entendía muy bien con precisión que era eso Seisyll, pero él quería seguirla besando hasta que su aliento se agote. Cuando ella le tomó por el cuello, sintió el impulso de tomarla por la cintura y continuarla besando, las aguas se agitaban lentamente y el ardor de sus cuerpos por tal amor, hacía mas calida aquella agua termal. Su mano, la mano de Seisyll ya no la arrinconaba contra la pared de aquella piscina, ahora la amparaba en todo momento, acariciando con su mano derecha su espalda mientras que con la izquierda que aun se posaba en la cintura de la mujer, hacía presión para sentirla mas cerca, para poder sentir sus latidos al estar pegados sus pechos, pues los de él se podían sentir a metros de distancia, era eso el amor, lo estaba descubriendo recientemente y caía en porque los humanos gozaban tanto con ello a pesar de no ser inmortales como lo era un espectro. Quitó sus labios un momento de los de ella y le miró a los ojos, su mirada parecía tan perdida en él que supo que ambos sentían lo mismo indirectamente. – Podrían condenarme por la eternidad, podrían desterrarme del Inframundo, quitarme el rango de Juez, que me castigue Hades si estoy pecando al sentir esto por ti o si te beso una vez más... pero eso ahora no me importa.

Dijo Seisyll con una voz suave y calida, sin perder aquel aspecto de seriedad que tenía. Tras observarle, colocó su mano izquierda en su pelo apartando un par de cabellos de su rostro, sonriéndole dulcemente y acercar su rostro una vez mas al de ella, haciendo más lento aquel beso tan deseado por ambos. Esta vez su lengua entró en su boca, moviéndola lentamente haciendo contacto con la de ella, colocando su rostro de lado para introducir mas a fondo su lengua, para abrazarla como si fuese la ultima vez y sentirla lo mas cercana posible, la necesitaba, era un impulso que necesitaba saciar. Necesitaba besarla hasta que sus labios se desgastaran. ¡La amaba...!

La calidez de su beso se fue apaciguando levemente para recorrer con sus labios sus mejillas, le quería besar alocadamente, recorrer cada parte de su cuerpo, estaba sumido en el mar de pasión y su lujuria que despertaba aquella mujer en él, era su musa, su todo en ese instante, quería hacerla sentir bien y no le importaba ni él mismo. Dibujó un camino imaginario de besos que rompían el silencio de esa habitación fue así que llegó hasta su cuello, posando sus manos en la cintura de ella para acercarla aun más a él. Pudiendo sentir así ambos, su intimidad chocar levemente bajo el agua tibia. Los besos en el cuello, tan ruidosos como placenteros para ambos, hacían que se sintiera en un estado de éxtasis por cada contacto que hacían sus labios en la piel de Sune. Su aroma, aquel aroma de mujer despertaba sus más bajos instintos hundiéndose a cada momento mas en ese edén de placer que era el cuerpo de la mujer que sentía que quería amar. Sus manos recorrían su espalda aforrándose con fuerza a un abrazo más enérgico pues intentaba demostrarle su amor, más no sabía como, intentaba demostrarle que no la quería soltar nunca mas si por él fuera, que serían dos almas eternas juntas por siempre.
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Mensaje por Sune Mar Jun 14, 2011 5:42 am

Su piel era como terciopelo, su calor me envolvía hasta sentir que ardía un mar de llamas a mi alrededor, sus caricias me enloquecían. Qué era eso que me estaba arrastrando, que me mareaba haciéndome perder sentido y noción del tiempo, del mundo, de mi misma. Quería vivir en sus besos, morir en ellos. En esos instantes en los que su amor me embriaga, sentía como si fuese una con él, juraba que en esos momentos era lo mas cerca que podía estar de los Eliseos. Abrí mis ojos clavándolos en su mirada, me perdía, me hundía en ese profundo cielo hipnotizante de esos orbes. En todo mi ser había un magnetismo, un deseo irrevocable de estar lo mas cerca que podía, de aferrarme a él y que así nada pudiese volver a separarme. Le rodeé el cuello con los brazos, posándome por completo en su cuerpo para que sus latidos fueran los míos, hundiendo mi rostro en su cuello. Inspiré entrecortadamente, era como el más bello de los sueños, esos que se desea que sean eternos, quise llenar mis pulmones del aroma de su piel. Su cabello mojado se pegaba en mi rostro, pegue mi mejilla a su mandíbula acariciando mi rostro contra el suyo. Sentí el cosquilleo de sus labios en mi oreja, mi cuello, mis hombros. Elevé mi rostro mirando al techo, echando un suspiro extasiado, mis manos tomaron con fuerza su espalda, delicadamente pero lo suficientemente fuerte como para aferrarme a él.

“No me sueltes nunca.” No pude evitar exclamar eso en mi mente, en mi interior se enardecía ese deseo de tenerlo, de ser la única para sus ojos. Sus palabras fueron como una brisa serena, esa que te quitan el aliento y te avivan el alma. Perdí la cabeza, no podía pensar, no podía ver otra cosa que no fuese él, no había otro sentido que no fuese el de sus manos acariciando mi piel, el de los besos volviéndose cada vez mas desaforados. Nuestras lenguas jugaron, me deje llevar por su pasión, nunca había hecho algo así, jamás había siquiera imaginado como podría sentirse. El irremplazable sabor de sus labios, el inimaginable amor que podía dar. Todo lo que jamás pensé que sería mas que un sueño. Ni siquiera esa eterna soledad que creí era mi destino, ni eso pasaba por mi mente. Solo él acaparaba mi atención, mis sueños, mi deseo y mi amor. Era el dueño de mi vida…yo…

-Te amo.- susurré tenuemente ahogando apenas las palabras al posar mi boca en su hombro. Sentí todo mi ser estremecerse, mi corazón galopaba enloquecido, mis piernas y brazos temblaban y me aferré a él con aún más fuerza. Ya ni podía distinguir exactamente lo que me ocurría, si tenía miedo o si era pura emoción. Quise verle a los ojos una vez mas, quise que no solo mis palabras se lo demostraran, quería que viese en mis ojos que el era todo para mí, que estaba allí por y para él. Por segundos me sentí cegada como si el fuese el mismísimo sol, pero la protección y el cariño que su cuerpo me brindaba era como la oscuridad envolviéndome. Todo lo que tenía y que quería era él, mi hogar, el mundo al cual pertenecía, lo que le daba sentido a mi existencia, incluso cuando era humana…todo era él, desde el momento en que lo vi la primera vez en mis sueños. Pose un instante mi rostro en su pecho besándolo, sintiendo sus agitados latidos en mis labios, elevé mi rostro. Desde lo alto me observaba como si fuese un dios, di un pequeño salto para volver a toparme con sus labios, besándolo con mas fiereza, con mas apasionamiento, al punto en que la mitad de mi cuerpo salió del agua, llevando su peso sobre él, aferrándome a su cuerpo en un envión desaforado. Nos hundimos bajo las calidas aguas en uno de los besos más intensos y hermosos que podría haber vivido. Incluso si me ahogaba ya no me importaba, si muriese en ese momento lo haría feliz. Pero volvimos a emerger en la superficie, mi cuerpo, todo mi ser estaba a su merced, como si de repente la fuerza abominable se hubiese desvanecido, y solo estuviese la fragilidad de una mujer sumida en el placer y la felicidad. Sentí como si me flaquearan las piernas, provocando que todo mi cuerpo se reclinara y Seisyll terminara sobre mí. Su cuerpo, los marcados rasgos y sus músculos, todo su ser ahora presionaba mi cuerpo haciendo que ambos pudiésemos sentirnos mas. Mis ojos se quedaron clavados en los suyos, mis mejillas ardían enrojecidas y mi respiración agitada cortaba el silencio de aquella habitación. Era tanto, tanto y yo sin saber que hacer…me petrifiqué.

Y en ese momento sentí miedo de que pudiese soltarme. Mis labios comenzaron a moverse y a pesar de que no emitían ningún sonido podía leerse en ellos repitiendo “le amo”.
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