Montañas detrás de la Estatua de Athena

por Réquiem Mar Mayo 24, 2011 6:48 am

Los pasos de sus sandalias se remarcaban en la tierra, observaba hacia atrás unos instantes para ver todo el recorrido que se había hecho hasta ahora y con su pecho agitado, siguió corriendo, pero esta vez un poco más rápido. La tarde estaba encaminando, sin embargo, el sol era el más molesto del día o al menos así lo sentía Réquiem, que comenzaba a arderle en su delicada piel blanquecina. Frenó al instante clavando sus sandalias en el suelo y levantando un poco de tierra, había hecho este camino muchas veces, estaba frente a una enorme montaña y suspirando apoyó la palma de su mano en la pared rocosa inclinándose un poco inhalando y exhalando aire exageradamente pues estaba un poco cansado y sus piernas no le daban mucho mas, había estado corriendo un buen tiempo y era hora de descansar cualquiera hubiera dicho. Sin embargo la misma mano que había apoyado, apretujó con fuerza la roca y colocó su pie como si fuese una rana y comenzó a escalar lentamente, no tenía puesta su armadura, sino hubiese brillado en aquella montaña por el reflejo del sol, mas siendo rosada llamaría aun mas la atención. La velocidad del caballero para trepar era digna de alguien que había entrenado, estaba a una considerable altura, ni siquiera observó hacia abajo, sabía lo que ocurría, un saliente se cayó un instante y se resbaló un poco, pero no era nada que no pudiera hacer, sujetándose de otra, suspirando un poco y cerrando sus ojos ante el inminente agotamiento, pero tenía que seguir adelante; por Athena.

Tras unas largas horas de estar trepando, por fin su antebrazo llegó a agarrarse de la cima, con mucho esfuerzo colocó su pecho hacia delante y rodó por el suelo quedando un poco mas alto de donde estaba situada la cabeza de la estatua de Atenea. Suspiró y tomó aire unos momentos, el sol estaba cayendo y si no se apuraba no iba a llegar, solo esperaba no llegar mas tarde que todos los caballeros dorados, pues se ellos seguramente iban a llegar antes que él, o al menos eso esperaba. Sonrió para si mismo y dio un salto hacia abajo, comenzando a correr a la sala del Patriarca, secándose el sudor de su frente con sus ropajes mientras seguía su paso ligero. – Disculpe la tardanza, Señorita Sasha.

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