Recamara de Athena.

Al fin lo habia conseguido, al fin la poseia, una de las doce armaduras se le habia sido asignado gracias a su valor, a su fuerza, a su espiritu y a su cosmos. Pero sobre todo, gracias a esas ganas de proteger el mundo. Lo decidio cuando era niño, que entrenaria hasta ser uno de los mas fuertes sobre la tierra y asi conseguir proteger a todo ser que le necesitara. En estos años entrenando, penso mucho en su familia y tambien... en aquella niña de cabello violaceo que conocio en el santuario, pero que un dia desaparecio. Por ellos.. decidio volverse santo.

Ese era el primer dia que portaba su armadura dorada, estaba reluciente, rebosante de energia, como si la propia armadura lo hubiera estado esperando desde hace mucho. Una vez convertido en santo dorado de Athena, se le permitia ver a su diosa, que desde que era un simple aspirante, supo que estaba siempre encerrada en su casa de Athena pero a ellos no se le permitia visitarla , pero ahora las cosas habian cambiado, y es mas.. como caballero, debia presentar sus respetos hacer la persona que iba a proteger de por vida.

Fui subiendo las casas hasta llegar a la entrada al templo de Athena. Me sentia un poco inquieto, pero con muchas ganas de presentarme a ella. Entre por las columnas hasta llegar a su habitacion, habia un velo transparente que comunicaba con su habitacion, no quise entrar por respeto, asi que delante de velo me arrodille sobre una rodilla.

Señorita Athena.. soy el nuevo caballero de Sagitario, vengo a darle mis respetos y mi fidelidad eterna.

Espere a que ella quisiera hablar conmigo, y me escuchara. Por mientras tanto seguia en esa postura, detras de velo y con la cabeza agachada.

El nerviosismo pareció seguir invadiendo su cuerpo, quizá muy en el fondo…

Las puertas del templo de Athena estaban abriéndose, el eco de sus pasos resonaban metálicamente, la chica sentía que no estaba preparada por lo que se paralizó.. dando aún la espalda a ese pequeño velo que ondeaba suavemente con la brisa tibia.

Solo basto con el sonido de su voz para que su corazón se acelerara drásticamente, no entendía las razones, observó por encima de su hombro y así girar lentamente para solo poder admirar la silueta que transparentaba a través de la tela..

- ¿Caballero?... –de entre sus labios se escapaba un murmullo, que ni el mismo caballero dorado alcanzaría a escuchar. Sin comprenderlo seguía acercándose, extendió con singular miedo la palma de su mano, separando la vaporosa tela y abrirse camino. Al dar su primer paso no logró observar su rostro, aquel hombre se encontraba arrodillado, sus labios abrieron una sonrisa.. a pesar de haber crecido ahí durante toda su vida aún no se acostumbraba a ese tipo de trato.

- Tu eres la persona que se me informo me cuidaría.. ¿cierto?... –le costaba hablar, su mano tuvo que posarse entre su pecho para intentar tranquilizarse, estaba actuando como una niña. Respiró profundamente para extender la otra mano que tenía libre delante de él, tratando casi de ayudarlo para que se levantara pero por más extraño que sonara… deseaba tomarle su mano para percibir el contacto de otra persona. – No te arrodilles.. debería ser yo la que muestre tal gratitud, este día es para festejarte a ti.. ¿no lo crees?.

No encontraba respuesta alguna por parte del caballero, despreocupada avanzó un poco más hasta arrodillarse exactamente la misma altura que él y de entre sus manos tomo la de ese hombre con fuerza. – Sasha… solo llámame Sasha ¿sí?

Los cabellos de ese hombre seguían ocultando su identidad, no le presionaría por continuar esa conversación, entendía hasta cierto punto que debido al cargo que poseía no la tratarían de la forma que deseaba. Inexplicablemente las lágrimas brotaban de sus ojos, las gotas caían empapando apenas sus manos, Sasha no entendía por qué se encontraba llorando.. tan repentinamente, sus manos se apretaron con fuerza temblando, no desaparecía esa sonrisa de sus labios. – Vaya.. discúlpame… no entiendo porque estoy llorando.

Bajo su cabeza en dirección al suelo, estaba avergonzada, más por aquella primera impresión que debió haber dado a su guardián. – Lo lamento en serio.