El mismo camino, el mismo destino...

Ya había hablado con la diosa Athena, su misión estaba cumplida. Ya había advertido a la diosa de los distintos problemas que se avecinaban en aquel lugar; ahora solo le quedaba esperar en su residencia, la casa de sagitario por si algún mal quería lastimar a la diosa que construiría el camino hacia la soberanía del más justo.

Enzo permanecía inmóvil como de costumbre en su recinto, para cualquiera que entrara al templo este estaría vacio puesto el santo dorado no podía ser observado en el lugar especifico donde estaba, aunque al contrario Sagitario si podía ver todo, el clima, los animales que volaban por el lugar inclusive veía el cosmos que desplegaban sus compañeros al entrenar desde su ubicación algo que lo llenaba de dudas por dentro… ¿acaso el era débil? Cualquiera supondría aquello al ver a un guerrero que no entrenaba. Es más desde que se había convertido en santo dorado simplemente una o dos veces había sido visto por sus compañeros y muchos de aquellos ya habían fallecido o se habían retirado de aquella forzosa y riesgosa vida.

-Tal vez no tengo lo que hace falta para ser un santo dorado, pero por lo menos moriré construyendo el camino para futuras generación con mi sangre y mi sudor-. Aquello pensaba el santo de sagitario mientras tomaba un pequeño respiro para flexionar sus rodillas y sentarse en su templo sobre el sólido piso. Ni bien tomo asiento la armadura dorada que recubría su cuerpo lo abandono para guardarse en la caja del mismo color que la protección del caballero.
Si tenía que ser sincero Enzo pasaba gran parte del tiempo sin armadura, simplemente sentado en las sombras con una paz interior similar a la de Virgo aunque claro nada podía ser comparado con aquello, el santo de Virgo siempre iba a ser por mucho el caballero de Athena mas “pacifico”.

Enzo permanecía inmóvil en el suelo de su templo, siendo recubierto por las sombras y principalmente por un aura dorada que impedía que cualquiera pudiera ver su rostro. El tiempo pasaba rápidamente para el santo en aquella posición, el no sabía bien porque simplemente pretendía que todo aquello era normal… pasar eternidades encerrado en un lugar protegiéndolo de posibles enemigos que ahora empezarían a despertar luego de varias décadas tranquilas.

De repente cuando todo parecía tranquilo un cosmos cálido y poderoso recubrió el cuerpo de sagitario intentando transferir un mensaje, aquel era el cosmos de Athena… el cosmos de la diosa a la cual el adoraba. El mensaje era claro, ella quería que los santos se presenten en el recinto del patriarca para conversar acerca del surgimiento de la nueva oscuridad, del dios que pronto sería derrotado por el esfuerzo de los santos; de Hades.
Sagitario ya había advertido a la diosa sobre esta situación sin embargo debía hacer sociales nuevamente, esta vez con sus compañeros los cuales en gran parte no conocían el rostro del santo protector de la novena casa del santuario.

Enzo elevo su cosmos mientras su armadura volvía a ensamblarse con su cuerpo, ni bien sucedió esto apoyo una mano en el suelo para ponerse nuevamente de pie y partir camino hacia el lugar de la “reunión”.