Visitando a Eris

Anabelle no pudo evitar sentir un escalofrío cuando aquel ángel caído se puso su inmunda mano sobre su pura y hermosa mejilla. No comprendía quien le había dado atribuciones para reírse a carcajadas o para ponerle una mano encima, eso era algo inaceptable para ella y tenía que dárselo a entender de una vez, sólo que no iba a hacerlo siguiendo los impulos de Anabelle, los cuales eran para mucho precipitados cuando se enojaba bastante.

Como todo hombre pretencioso, aquel ser se puso a decir cosas acerca de tratos con Zeus en el caso de que estuviera despierto, pero en su caso a Anabelle le tenía todo eso sin cuidado, ya que ella podía enfrentarse a cualquiera y ganar, sin caer en el orgullo tan común de los hombres que provocaba sus más grandes caídas. Una risa irónica y otro enarcamiento de ceja se mostraron en el rostro de la joven Anabelle, quien nuevamente hizo aparecer una silla para tomar asiento, ya que presentía que eso podría ser largo; una sospecha hacía que pensara que él estaba buscando aliados, por lo que decidió preguntar:

-Comprendo... Y en un trato de esa índole... ¿Qué cosa se le podría ofrecer a alguien que ya lo tiene todo? Podría pensar que es otra vez más pretencioso que antes creyendo que puede ofrecer algo que ya no se tenga. ¿Acaso está en su posesión tal objeto? En cuanto a lo que pediría a cambio... El alma de los dioses no puede ser contenida, por lo que podría preguntar...¿Qué podría pedir de una deidad?

Anabelle no paraba de pensar que ese tipo era bastante peligroso, y que si no se andaba con cuidado podría terminar metida en un lío, así como también sabía que su obligación era ser los ojos de su durmiente esposo y vigilar a ese ser en cada paso que de, para así evitar problemas a futuro.

-La verdad me da curisidad... Hagamos una prueba. ¿Qué podría ofrecerme un ser como tú y que podría darle yo a cambio?

Las respuetas del ser que estaba pretendiendo ser mejor que Anabelle, llegaron a su cabeza haciendo un eco bastante sonoro, como el que hacía el sonido del agua al caer de una cascada encerrada entre dos montañas herméticas e imponentes. La mujer tenía que admitir que podría ser de vez en cuando bastante ingenioso, si se lo proponía, pero ella lo era aún más, tanto que podría decirse que cuando hizo sus preguntas ella, en su mente las había imaginado ya aunque de otra forma. La cercarnía de Sebastián con el rostro divino de la princesa de las diosas era bastante marcada. parecía que un sólo movimiento más que hiciera cualquiera de los dos, provocaría que sus rostros chocaran y se fundiera de forma absurda.

-Ja... ¿Con que esa es la forma en la que estafas a los demás? Bastante ingeniosa debo decir...- Anabelle se separó de Sebastian y siguió diciendo- La verdad es que dudo que tú puedas llegar a pedirme algo que pueda darte o más bien que puedas necesitar de mí.

Hera rió de forma irónica y encogió sus piernas encima de la silla donde estaba sentada dejando que su largo vestido se levantara un poco del suelo, luego como si fuera una chiquilla apoyó sus brazos en sus rodillas y alzó la cabeza para ver con atención a su interlocutor, quien parecía mucho gustar de volar por los aires como si se tratra de un genio o un ángel de la diosa afrodita.

-Sea como sea... Puede que no tenga todo lo que quiero, pero igual tú tampoco tienes la facultad para darme lo que yo busco. Esa es la diferencia entre tú y yo.- La mirada de Anabelle se hizo más profunda- A la larga, luego de tanto observarte, se sabe lo que deseas... En mi caso sólo se confunden los demás mientras más tratan de saber qué es lo que busco.

Anabelle estaba cada vez más convencida de que su interlocutor estaba haciendo más que lo posible para poder saber lo que ella pretendía sacar acerca de él. Ambos lo sabían, pero ninguno lo quería admitir. El juego que estaban llevando a cao iba a tomar bastante tiempo en concluir debido a su forma de ser. Las cosas que el argumentaba acerca de nos er un estafador, eran ciertamente convincentes, para cualquier ser humano, sin embargo Anabelle lo veía todo más allá, por lo que su respuesta automáticamente se formó cuando el terminó de argumentar mientras la miraba, y al final cuando Sebastian guardó silencio, la joven mujer de cabellos negros dijo al líder del Makai:

-¿No admites que hay estafa? Sin embargo puedo yo decir que sí la hay. En el momento del trato, nadie acuerda contigo el convertirse en tu títere. Y las condiciones finales se fijan para el final de la vida del mortal, sin embargo en tu caso...- Anabelle se acomodó los cabellos con la mano derecha y siguió diciendo- Tú aceleras el proceso de muerte de los mismos haciendo que el beneficio sea poco y efímero. Esa es la estafa a la que me refiero.

Una pregunta un tanto peligrosa hacía el gobernante del Makai acerca de lo que ella quería de verdad para su vida, o más bien acerca de lo que el podría ofrecerle. SI ella no contestaba iba a demostrar miedo, pero si contestaba el podría tomar ventaja sobre ella; fuera como fuera ella podría salir perdiendo, sin embargo ella tenía que encontrar la manera de que las cosas salieran de acuerdo a su manera.

-¿Qué me hace pensar eso?- Anabelle enarcó una ceja y sonrió otra vez- Pues hasta ahora te veo pisar en terreno flojo sin saber bien qué es lo que buscas. NO contestaste antes a mis preguntas, por lo que pienso que no tienes nada así que por lo tanto creo yo que no puedes ofrecerme cosas que me sirvan.

Una risa bastante estridente se escuchó en el recinto donde se encontraban esas dos deidades. NO podía negarlo, ese ser había demostrado ser más astuto de lo que ella pensaba, pero no tanto como para ganarle, puesto que aún no parecía mostrar una inteligencia cercana a la de Zeus su antiguo esposo. Por ahí pudo notar que ella podía hacer que su interlocutor se enojara, pero predeciblemente este no era capaz de demostrarlo ante ella, quizá pensando que no era factible o no era indicadmo mostrar dichas emociones frente a su futura enemiga, o aliada, dependiendo de lo quel dijera.

-¿Con que un 50%? Eso es algo bastante cercano a lo que proyecté podría yo averiguar. La verdad es que pretendía sólo llegar al 25%, pero veo que avancé un poco más. ¿Debería esforzarme menos acaso?- Anabelle sonrió una vez más y miró a los ojos a su interlocutor retrocediendo su rostro para que no estuviera tan cerca del de Sebastian, para así poder continuar diciendo en un tono bastante tranquilo.

-Pero me parece injusto que yo contestara la mitad de la pregunta, y tú sin embargo no contestes ni la cuarta parte de la que yo te hice.- Anabelle pasó su mano por el rostro de Sebastian y sonriéndole lo miró de pies a cabeza y le dijo en un tono bastante seductor- ¿Qué podrías ofrecerme tú? Dímelo, de pronto me den ganas de contestarte la otra parte de la pregunta.

Una vez dicho esto Hera acercó su rostro mucho más que antes al de Sebastian. Estaba jugando otra vez, sólo que ahora estaba pisando un terreno más pedregoso y bastante peligroso, sin embargo no podía nadie culparla, porque su interlocutor empezó primero. Ahora sólo le tocaba esperar.

La diosa Hera una vez más enarcò una ceja mientras escuchaba y asimilaba lo que decìa Sebatian frente a ella. No habìa dudas de que ese ser estaba haciendo todo lo posible para hacer que ella mostrara màs de lo que ya estaba dejando ver, cayendo asì en una actitud un tanto hostigosa, o màs bien asfixiante,; pero todas estas cosas fueran como fueran, hacìan que el interès de la joven se mostrara de manera màs abierta. No podìa negarlo. El juego que estaba llevando le gustaba mucho, pero era màs bien por el hecho de que habìa encontrado alguien que podìa medirse con ella de vez en cuando.

Con la gracia de siempre, la joven de cabellos negros riò por lo bajo y luego de pasar la yema de sus dedos de la mano derecha por los mechones caìan sobre el rostro de Sebastian; la diosa de la maternidad decidiò dejar en claro algunos puntos y se puso en pos de obviar lo primero que su interlocutor habìa dicho acerca de que sus fines eran evidentes y que si ella no los veìa no era tan inteligente como decìa ser.

-Comprendo... Dejarme llevar por la pereza.- Anabelle suspirò y siguiò pasando la yema de sus dedos por los mechones del negro cabello de su interlocutor para decir con lentitud:

-Pereza... ¿Pretendes hacerme caer con ese pecado acaso?- Anabelle se empinò para poder acercarse màs al rostro de Sebastian y siguiò diciendo- Quizà con la ira, o la vanidad. Como sea creo yo que no sabes nada de lo que pasa por mi cabeza...- La diosa de lso cabellos negros llegò al oìdo de su interlocutor y suspirò pensando que era triste que alguien que le habìa parecido tan observador, al final no se diera cuenta de nada.

-Ninguna de esas cosas busco yo... ¿No has podido pensar nada màs?- Anabelle bajò respirando despacio por el cuello del joven que estaba frente a ella y luego regresò a su posiciòn inicial hablando con sus labios muy cerca de los del mismo. Este juego era el mismo que usaba con los hombres a los que engañaba en la tierra, por eso le gustaba, porque simbolizaba su superioridad sobre los hombres.

-Creo que tendràs que pensar en otras cosas, puesto que no has acertado con nada de lo que yo quiero, y lo que podrìa ser mi motivo lo has descartado sin pensar si eso era lo que debìas hacer o no.- Anabelle cerrò los ojos y pensò si debìa o no contestarle a Sebastian aquello de lo que el podrìa querer de ella, pero decidiò guardàrselo para despuès. Aùn podìa jugar. con el màs tiempo.

Otra vez Anabelle sintió que su interlocutor estaba siendo bastante pretencioso al querer darle a entender que el podría darle lo que ella necesitaba. No podía negar que le gustaba bastante aquel juego con el que se manejaban, pues el sentir ese roce de sus labios aunque fuera por parte de ese ente maligno que representaba lo que ella no; podía decirse que le hacía recordar por qué motivos ella quería su amado esposo aunque fuera quien fuera. Algo dijo Sebastian acerca de la venganza que ella podría buscar así como su hija Eris. Pero la cosa era que la princesa de las diosas- falsa humildad- no estaba buscando nada de eso.

-Entiendo... ¿Así que ese es tu trabajo y te lo tomas a personal? ¿Debo pensar que tú susurrabas el adultero en el oído de Zeus? Siempre he querido ver al ser que le pone ese pensamiento asqueroso para darle su merecido. Sería una pena que fueras tú.

Una vez dicho esto Hera suspiró y subió su mano derecha por la espalda de Sebastian a modo de una caricia incitadora, pero justo cuando llegó ala parte de los cabellos del joven que le hablaba, se detuvo unos momentos y la separó. Había conseguido algo de él ya hora lo había ocultado con su cosmos. Luego cuando logró su cometido subió su mano con lentitud hasta llegar al cuello de Sebastian y pasó su mano con rapidez por ese lugar para separarse un poco y decirle con una sonrisa pretenciosa:

-Valla... Tengo que admitir que eres muy bueno, pero en mi caso se necesita más que un acto de seducción y una voz grave en mi oído para que yo caiga así no más. - Hera se alejó un poco más y jugó con la pluma de pavorreal de su cabello para terminar diciendo:

-Haremos una cosa. Si adivinas qué fue lo que te robé, entonces yo te prometo que me tomaré el tiempo necesario para poder explicarte qué necesito, qué es lo que busco.- Hera desapareció y tomó sitio detrás de Sebastian para hablarle otra vez al oído en un tono bastante seductor diciendo lo siguiente:

-Sé que una parte de tí está más que atenta a eso. Te mueres por querer saberlo. Todos los hombres se mueren po ello, y tú no eres la excepción yo lo sé.- Una vez más Anabelle puso su mano derecha sobre la mejilla de Sebastian del mismo lado mientras exhalaba un suspiro casi tan real como su presencia en ese lugar.

Anabelle sonrió de lado y enarcó una ceja. Si le dieran una plegaria por cada vez que ese ser provocaba esa reacción en ella, seguro ya estaría sintiéndose en el borde del regocijo. No podía negar que ese ser demostraba ser más astuto con cada segundo que pasaba, y tampoco podía negar que ella se veía ahora entre dos opciones muy complicadas. Una de ellas se trataba de decirle una mentira a su interlocutor demostrando se rmás tramposa y desleal que él, y la otra opción era decirle la verdad al mismo, demostrando cómo cumplía su palabra sin dudarlo. Ambas opciones le sentaban mal, pero una apuesta era una apuesta, y un trato era un trato, así que no tenía más opciones que hacer el debido cumplimiento de su palabra sin quejarse.

-Es una lástima que mi querido esposo sea así, pero no podemos hacer nada. Supongo que tengo que decirte una de las tantas cosas que yo quiero y que tú podrías quizá si jugaras tan bien como yo, poder concederme.

Anabelle suspiró otra vez y movió su mano derecha para colocar sus dedos índice y medio en la comisura de los labios de su interlocutor mientras empezaba a decirle con un tono bastante incitador- Lo que yo estoy buscando Sebastian... Es lo primero que tú descartaste en cuestión de segundos, quizá por la imagen que doy o por tu precipitacón.- Anabelle acercó sus labios al oído derecho de su interlocutor y siguió diciendo- Lo que yo quiero es poder. Y no sé hasta qué punto tú seas capaz de dármelo o no pero lo averiguaremos otro día, ahora tengo que irme. -Anabelle apenas dijo esto se empezó a desvanecer porque ya tenía que ir a otro lado, pero antes de desaparecer por completo djo:

-No te preocupes en darle mis recuerdos a Eris, yo misma la iré a buscar. Podría decirte que ha sido un gusto conocerte, pero ambos sabemos que eso no es, ni será así.- Una vez dicho esto último, la diosa de la maternidad desapareció dejando el aire impregnado con un olor a orquideas bastante embriagante.