mision celestial, en busca de Ra

Después de esperar por mucho tiempo en el templo de su señor, la joven guardiana decidió continuar su camino, era obvio que a donde debía llegar no era ese lugar, sino que tenia que continuar siguiendo el rastro de la energía dejada por su deidad. A las afueras del templo vio en todas las direcciones, sus grandes ojos cafés se centraron en el horizonte, ahí era donde la presencia de Ra era mucho mas fuerte, sin dudarlo emprendió de nuevo su camino pero esta vez sin cambiar de forma; caminaría como la simple mortal que era. El calor seguía siendo insoportable, el pequeño cuerpo de la niña se empezaba a agotar aparte la marcha se hacia pesada debido a la arena.

- ¡Genial! ¡Genial! ¡Genial! ¡Genial! – Exclamo varias veces como si estuviera a punto de iniciar un berrinche - ¿Por que? ¿Por que?… a veces odio esta arena infinita – susurro viendo de mala manera al suelo para detallar cada fina partícula que conformaban las dunas; de pronto sintió una presencia mas halla de los montículos que tenia frente a ella – No soy la única… - pensó mientras una sonrisa se apoderaba de su rostro.

Fue así como apresuro su marcha, para traspasar aquellas formaciones de arena y descubrir a quien también fue invocado o invocada por su Dios. A llegar a lo alto de la duna pudo ver por fin al dueño de esa presencia, o mejor dicho a la dueña de esa energía. Una mujer alta de larga cabellera azabache, que parecía esperar tranquila la llegada de alguien; Kaamla solo sonrío, no necesita que su dios apareciera y le dijera que era una de sus guardianas, esa mujer que se halla a unos cuantos metros de ella era una compañera, una hermana que también vivía por la ley del Dios Ra.

- ¡Holaaaaaaaaaaaaaaaaaa! – grito desde lejos mientras se acercaba a la mujer con pasos saltarines, al estar enfrente de esta la miro con sus grandes ojos cafés, que reflejaban su curiosidad – Eres bonita – dijo sin dejar de detallarla, era como si escaneara cada parte de su esencia; luego sonrío dándole mas dulzura a su carita – Soy Kaamla, soy como tu… – pronuncio mientras soltaba el arma envuelta en telas amarillentas que llevaba en una de sus manos – Mucho gusto – dijo tomando ambas manos de la de cabellos negros y moviéndolas de un lado a otro – Sabes creo he llegado algo tarde, pero es que con mi pequeño cuerpo pasar por todas esas dunas de arena… Se que no hay excusas; no se si te pase… pero la arena se mete a mis zapatos y me hace cosquillas, no puedo caminar así – dijo para luego soltar las manos de su compañera, se sentó en el suelo y se quito el calzado – Debo sacarla o sino cuando este en una superficie mas densa me harán reír – explico con su fino tono de voz, característicos de una pequeña niñita – Listo, ya no me pasara eso jeje – rió para levantarse de nuevo y continuar viendo a la mujer que había encontrado – Dime… ¿Tienes algo dulce para mi?... quiero comerme un caramelo… mientras esperamos a nuestro majestuoso Dios - la vio con su carita llena de total emoción de solo imaginarse que ella podía darle algún dulce sin duda para ella eso haría la espera menos larga.

En alguna parte de Egipto entre dunas y dunas de arena se localizaban dos Guardianas Celestiales de Ra. La primera era una mujer de aproximadamente 18 años, de cabello largo y azabache. La otra una pequeña niña no mayor de 10 años, también de largo cabello que llevaba sujetado con una cola de caballo, y su color era castaño. El viento soplaba y hacia danzar la arena entre ambas chicas; la menor de ellas veía con sus grandes ojos cafés a la mayor, estos reflejaban ansias, ya que esperaba que su pequeño capricho fuera cumplido por Halim; deseaba algo dulce, ya que sentía su boca seca y amarga debido a todo lo que había caminado.

- ¡Oh! – exclamo con suma dulzura, formando una perfecta “o” con sus labios, al ver como su compañera buscaba entre sus mangas algún caramelo que obsequiarle; de pronto la cara de la niña se lleno de emoción, sus ojos brillaban, al ver como sacaba dos caramelos - ¡Caramelosss! – grito emocionada prácticamente arrebatándole uno de la mano a Halim – Gracias, Gracias – decía eufóricamente mientras le quitaba la envoltura y lo llevaba rápidamente a su boca. Al escuchar la advertencia de la chica ya era muy tarde, sentía el caramelo de menta en su boquita, no era un desagradable sabor, pero esperaba algo más dulce – No es tan dulce como creí – dijo con una evidente decepción en su tono de voz sin embargo no dejo de saborearlo y hasta intento masticarlo varias veces, pero fue en vano ya que era algo duro.

Mientras se entretenida con el caramelo en su boca, paseo su vista por todo el lugar, detallando detenidamente cada porción del terreno, y buscando algo que le permitiera descifrar porque su Dios la había citado ahí, y no solo a ella sino a otra guardiana; a simple vista no parecía haber nada, pero en un momento cuando cerro sus ojos y se concentro un poco mas, pudo sentir un cosmos poderoso y muy distinto a los que se apreciaban en esa parte del mundo.

- ¿Será por esta energía que Ra nos ha citado? – pensó al mismo tiempo que volvía a ver a su compañera – Halim… ¿Por qué crees que Ra nos halla enviado acá? – Pregunto con total ingenuidad, mientras llevaba sus manos hacia atrás – ¿Crees que alguien sea tan tontito para atentar contra él? – su tono de voz fue dulce e infantil – Halim, Halim, Halim – la llamo insistentemente para que le prestara atención – ¿Te lo comerás? – indago mientras veía el segundo caramelo que la chica aun tenia en sus manos.

Ambas Guardianas Celestiales seguían ahí, en el medio del desierto intercambiando opiniones del por que su Dios las había citado en un inhóspito lugar como ese. Halim demostraba una interpretación mucho mas objetiva y madura que la niñita que se encontraba con ella; Kaamla solo sonrío ante el comentario de su compañera, en algo tenia razón y era que no cualquiera se atrevería a entrar en tierras Egipcias, sabiendo que el Dios de ese lugar no permitiría invasores y mucho menos que utilizaran sus dominios para sus planes fueran malos o buenos.

- Pues… ya no se que creer… - comento sinceramente la chica; si Ra aun no había aparecido era por alguna razón, tal vez su Dios no las llevo ahí para investigar un suceso sino para algo mas, pero que era ese “algo”.

La joven castaña al ver como Halim le ofrecía el segundo caramelo se abalanzo contra ella, quitándoselo como si fuera pasado años sin probar algún tipo de dulce, aunque ese sabor a menta aun no lograba convencerla del todo. Abrió la envoltura y como hizo con el primero se lo comió rápidamente, y nuevamente intento masticarlo pero su dureza no permitió que sus dientes lo hicieran añicos.

- Halim, Halim, Halim, Halim… - comenzó a llamarla juguetonamente mientras mostraba su dulce sonrisa - ¿Sabes que creo? – susurro acercándose a ella como si fuera a contarle un secreto – Que Ra no nos cito aquí para descubrir algo… - dijo moviendo sus ojos de un lado a otro como inspeccionando la zona – Creo que lo hizo para otra cosa… - su voz a parte de infantil sonaba misteriosa - Y eso cosa es… - callo para dar aun mas suspenso a su comentario – ¡Nos conociéramos! – revelo con entusiasmos mientras reía un poco – Para que nosotras supiéramos que la otra existía… - llevo ambas manos a sus mejillas - ¡OH!... Eso es… Él quiere que estemos consientes de la existencia de nuestros compañeros, y así poder ayudarnos los unos a los otros si en algún momento llegáramos a estar en problemas… Nuestro Dios es tan sabio y precavido… Ra que admirable eres – hablo viendo al cielo - ¿Qué opinas Halim?... – le pregunto viéndola con sus grandes ojos café mientras la jalaba de la ropa.

Sin dejar de jalar su ropa, la pequeña Kaamla seguía atenta a la respuesta de su compañera. Ella ya se había formado una teoría del por que estaban en ese desolado lugar sin embargo escuchar la opinión de la pelinegra también ayudaría a saber si estaba en lo correcto o no. Abriendo a mas no poder sus grandes ojos café escucho como su locutora se refería a que si Ra las había citado ahí para que se conocieran ella se alegraba; al oír esa explicación Kaamla no pudo evitar esbozar una gran sonría, seguido abrazo a la joven.

- Yo también me alegro mucho… - dijo mientras hundía su pequeño rostro en la ropa de Halim. La pequeña niñita resultaba ser una criatura muy dulce y saber que ahora conocía a uno de sus aliados la hacia muy feliz; luego escucho como su nueva amiga le preguntaba el nombre de su manto sagrado, con algunos halagos de por medio - ¡Oooooh! – musito separándose de Halim, y haciendo aun mas grande su sonrisa – ¿Dulce y bella jovencita? – repitió entre risas mientras llevaba sus manos a sus mejillas y un leve color rojo se apoderaba de estas – Gracias… aunque tu eres mucho mas bonita, y tu cabello azabache es muy hermoso – comento con sinceridad – Yo porto la Armadura Celestial mas temida…. Jeje - dijo con algunas risitas no porque estuviera mintiendo sino que quien creería que tan dulce niñita podría portar una armadura que fuera temida no obstante dejar llevar por las apariencias jamás resultaba bueno – La Armadura Celestial de Sekhmet – concluyo haciendo una particular pose con sus dedos índice y pulgar, ese que significa victoria - ¿Conoces sobre Sekhmet?... Aquella a quienes los mortales teme porque una vez casi los elimina de la faz de la tierra… - comento entre susurros como si hasta ella misma temiera hablar de ella – Pero aunque suene cruel ellos se lo buscaron por meterse con nuestro magnifico Dios, Ra – sonrío y se sentó en el suelo con sus piernitas cruzadas mientras apoyaba su codo de la rodilla y veía fijamente a Halim aun con su dulce y enorme sonrisa - ¿Cuál llevas Halim? – pregunto sin ocultar su curiosidad – Halim, ¿conoces a otros, a otros guardianes celestiales? – indago, nunca antes había visto a otro de sus compañeros por lo que tal vez ella podría hablarle sobre los otros, claro si existían.

Kaamla continuaba en el suelo arenoso de aquel desierto Egipcio; observaba atenta la reacción de la pelinegra con respecto a el manto sagrado que portaba, sin duda cualquiera se sorprendería con solo imaginarse a una dulce y pequeña niñita representando a aquella quien fuera temida y respetada, como lo era Sekhmet, a pesar de ello la jovencita no cambio su enorme y alegre sonrisa. Halim comenzó a relatar sobre su armadura, que no era otra que la de Maat, esa revelación solo hizo emanar una leve risita de parte de su interlocutora; no por burla sino por el desconcierto de estar frente a alguien que representaba irónicamente lo opuesto a lo de ella.

- Es extraño que siendo tan diferentes nuestras armadura nos llevemos tan bien… Creo que lo que dicen por ahí es verdad… Polos opuestos se atraen – comento sonriendo dulcemente mientras se colocaba de pie – Armonía cósmica suena como muy tranquilo para mi gusto… - hablo mientra se colocaba su dedo índice en la barbilla – Bueno no importa al final ambas protegemos lo mismo que es a Ra – sonrío y siguió escuchando a Halim. La guardiana celestial de Maat, ahora respondía a la pregunta de la castaña, sobre los otros protectores sin embargo ella tampoco sabia nada sobre ellos – ¿Será que aun no han despertado? – se pregunto internamente Kaamla – Es extraño…. Si el cosmos de Ra se manifestó ante nosotras porque no lo hizo con los demás… - seguía indagando mentalmente cuando sintió que alguien la tomaba entre sus brazos y le propinaba un caluroso abrazo, al salir de sus pensamientos vio que se trataba de Halim, que enseguida se separo y disculpo por su atrevimiento - ¿Aah? – musito la pequeña egipcia luego estallo en risas, suaves y finas risas típica de los niños – Halim no te disculpes… no tiene nada de malo – dijo calmando sus risas para que concluyeran en una dulce sonrisa – Además técnicamente somos hermanas, ¿Sabes no? Porque ambas nacimos para estar bajo el mando de nuestro poderoso Dios, así que estamos destinadas a partir de hoy a compartir nuestro presente y futuro – comento muy anima – Me alegra mucho saber que tengo una compañera tan amable y simpática, y estoy muy segura que poderosisisisisisima – se extendió en los “si” para hacer mas énfasis en la palabra – Ahora Halim ¿Qué haremos? – pregunto mientras veía a su alrededor y solo divisaba arena, si Ra no se iba a aparecer y las chicas ya se habían conocido, ¿Ahora que seguía? Esa respuesta era la que esperaba la pequeña guardiana de la más alta.